¿Quién teme a DESCARTES A KANT en el futuro del noise teatral? El arte suena feroz cuando DESCARTES A KANT toma el escenario
DESCARTES A KANT no es una banda. Es una ráfaga. Una descarga eléctrica con corsé de lentejuelas y casco de astronauta. Es lo que sucede cuando el arte decide tener dientes, y morder. Cuando me topé con su sesión en Live on KEXP in Mexico City, grabada en el embrujado refugio sonoro de El Desierto Casa Estudio, no sabía si estaba presenciando un concierto o una invasión alienígena en clave de math-punk. Pero lo que sí supe desde el primer minuto —y lo sentí en el pecho, no en la cabeza— es que nadie más suena como Descartes a Kant.
La mezcla era brutal, deliciosa, casi incómoda por momentos: como ver una escena de Lynch con audífonos puestos. Una guitarra chirriante que parecía discutir con una caja de ritmos, una voz que te acariciaba y luego te arañaba la espalda, y en medio de todo eso… ellos. O mejor dicho, ellas, porque hay una rabia femenina indomable que atraviesa cada segundo de su performance. El resultado es una experiencia que se vive con todos los sentidos, como bien se explica en este artículo de NotiMX.
“Su música no se escucha, te secuestra”.
Hace tiempo, cuando apenas empezaban con aquel extraño y maravilloso «Paper Dolls», ya dejaban claro que no eran de este planeta. Canciones que saltaban de estilo como si tuvieran déficit de atención, arreglos teatrales que parecían concebidos en un cabaret punk de otro universo, y un enfoque estético que, aunque rudimentario comparado con lo que hacen ahora, ya gritaba «esto no es una banda más».
Pero también, esa crudeza inicial fue la semilla de algo más complejo. Con el tiempo, se volvieron más conceptuales, más oscuramente narrativos, más conscientes de que su fuerza no estaba en sonar «bien», sino en sonar como nadie más. “Victims of Love Propaganda” fue su manifiesto, pero «After Destruction», su más reciente entrega, es directamente una declaración de guerra a la comodidad musical. En ese álbum, su criatura favorita, la máquina sonora DAK, les sirve de médium para conectarse con un futuro no necesariamente utópico, pero sí profundamente artístico. Lo exploran todo desde una lógica emocional que desconcierta, pero también arrastra. Puedes ver más de su impacto y evolución en este archivo de ConcertUpdater.
«Lo suyo no es un concierto, es un ritual electrónico disfrazado de performance teatral»
Y ahí está la clave. Lo que hacen no se puede describir sin apelar al teatro, al cine, a la escenografía, a la performance. A ese momento en el que te preguntas: ¿es esta persona un cantante o una actriz? ¿Estoy en un concierto o en una película de ciencia ficción? Porque Descartes a Kant sube al escenario como si viniera de una especie de escuela de ópera punk-futurista: todo está pensado, desde el vestuario hasta los silencios. Y no hay nada dejado al azar, pero tampoco nada que parezca impostado.
Ese equilibrio es difícil. La mayoría de las bandas que quieren parecer teatrales terminan haciendo un cosplay de Ziggy Stardust sin alma. Pero ellos no. Ellos han leído a Artaud, han visto a Jodorowsky, han llorado con St. Vincent y han gozado con Mike Patton. Y se nota.
¿Y qué decir de la estética? Cascos de astronauta, maquillaje entre cyberpunk y película de terror italiana, escenografía que parece construida en un set abandonado de Kubrick. No es pose: es puesta en escena. Es el tipo de arte que provoca a quien lo mira, que no busca agradar, sino arrasar. En un mundo saturado de “contenido”, este tipo de experiencia sensorial completa es lo que marca la diferencia.
“El futuro del art rock está vestido con hombreras metálicas y uñas negras”
El impacto de su sesión en Live on KEXP no es menor. Que una banda como Descartes a Kant haya tenido ese espacio dice mucho del momento que vive la escena mexicana. Lo que antes se consideraba “experimental” hoy cruza fronteras gracias a estos espacios. Y no es solo visibilidad, es validación artística. No la necesitan, pero vaya que les sienta bien.
Pero también, esta aparición lanza una señal clara: la música mexicana ya no es lo que creías. No son mariachis ni pop de fórmula. Es una escena que se atreve a inventar su propio lenguaje. Y en ese lenguaje, el ruido es tan válido como la melodía.
Hoy México es hogar de proyectos tan potentes y únicos como Margaritas Podridas, que llevan el grunge a un terreno abrasivo y visceral. O Micröhm, que usa inteligencia artificial y bio-feedback para crear atmósferas sónicas que parecen sacadas de un laboratorio de ciencia ficción. Y qué decir de Amor Muere, ese experimento de improvisación que suena como una pesadilla bonita, o de Los Cogelones, que mezclan rituales prehispánicos con punk como si estuvieran exorcizando a la historia.
Cada uno a su manera comparte esa misma hambre: la de romper las formas establecidas. La de no conformarse con “parecer” una banda, sino ser una experiencia.
“Más que bandas, son meteoritos sonoros cayendo en tierra fértil”
Lo que me lleva de vuelta a Descartes a Kant. A esa sesión en El Desierto Casa Estudio, que no solo fue un concierto, sino una declaración estética, un manifiesto físico, una película sin guion pero con dirección de arte impecable. Lo que presencié no fue un set en vivo. Fue una performance de 25 minutos que me dejó con la mandíbula colgando, preguntándome si todavía hay lugar para el asombro en este mundo tan hiperexpuesto.
Porque sí, aún hay arte que sorprende. Que grita, que se retuerce, que te hace pensar que estás viendo algo verdaderamente nuevo. O al menos, algo que no intenta parecerse a nadie. Y eso, en esta época de clones y algoritmos, ya es un acto de rebeldía.
Como decía un viejo refrán japonés: «El clavo que sobresale recibe el martillazo». Pero yo digo: que se jodan los martillos. Que vivan los clavos que desafían al techo.
“Live on KEXP fue solo la primera advertencia”
Y tú, ¿ya estás preparado para lo que viene después de la destrucción? ¿Te atreves a mirar directamente a DAK cuando ruge desde el escenario? ¿O prefieres seguir fingiendo que el arte no puede ser incómodo, ruidoso, brillante y feroz… al mismo tiempo?
Porque algo me dice que Descartes a Kant no ha terminado de hablar. Apenas están empezando a gritar.