Nightfall de PETER BAUMANN es el regreso que nadie se atrevía a soñar

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¿Puede un sintetizador hacerte llorar en la penumbra? Nightfall de PETER BAUMANN es el regreso que nadie se atrevía a soñar

Nightfall comienza como empiezan las buenas películas: con una pista sonora que no pide permiso. Se mete. Te arrastra. Y te deja ahí, en una tierra extraña, envuelto en tonos que parecen haber cruzado galaxias solo para contarte algo que no sabes si quieres escuchar. 🌌 Desde la primera nota de “From A Far Land”, el nuevo disco en solitario de Peter Baumann no solo confirma su regreso, lo convierte en un rito. Y un rito nunca vuelve indemne.

Baumann no es cualquier arquitecto del sonido. Es un alquimista de la emoción abstracta, un tejedor de atmósferas. Su historia, si te la cuento bien, suena a novela. No porque sea de ficción, sino porque a veces la verdad necesita la estructura de una fábula para no parecer imposible. Hubo una vez un joven berlinés que, en lugar de seguir los caminos trillados de la música pop, se unió a Tangerine Dream en plena edad dorada de los sintetizadores, cuando las máquinas no imitaban la emoción: la creaban.

Y ahora vuelve con Nightfall, un álbum que no hace ruido mediático, pero sí cósmico. Un disco que parece haber sido grabado en los intersticios del tiempo.

La kosmische no ha muerto, solo ha aprendido a susurrar

Baumann no grita. Nunca lo ha hecho. Su música se comporta como esas ideas que aparecen justo antes de dormir, cuando el cuerpo ya no manda y la mente se pasea por el borde de lo irracional. “From A Far Land”, el primer sencillo, es prueba de ello: una espiral de ecos y pianos manchados de giallo que se mezcla con cuerdas que parecen insectos gigantes afinando sus patas en la oscuridad. No es bonito. Es bello, que es otra cosa. Y sobre todo, es hipnótico.

“La música instrumental pasa por alto cualquier concepto”, dice él. Y claro, por eso funciona. Porque cuando las palabras fallan, los sonidos aparecen. Cuando todo el mundo anda buscando explicaciones, él ofrece sensaciones.

Pero también hay algo nuevo aquí. Algo que no estaba ni en Romance 76, ni en Machines Of Desire. En Nightfall hay un tono más bajo, más íntimo, más fantasmagórico. Es como si Baumann hubiera decidido hacer un disco para escuchar mientras el mundo duerme. O mientras uno recuerda lo que no se atreve a confesar despierto.

Peter Baumann Credit Jane Riche BB480 Peter Baumann COVER RGB

“No One Knows” lo que se esconde tras la duna

La portada es sencilla: una huella en la arena. No hay más. Pero ese “no hay más” es donde empieza todo. “Simboliza la fugacidad de nuestras vidas”, dice Baumann, y uno no puede evitar recordar aquella frase de Heráclito: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces”. Lo mismo ocurre con este disco: cada escucha es otra. No porque cambie la música, sino porque cambia el que escucha.

“No One Knows”, el tema de apertura, podría sonar en un spaghetti western filmado en Marte. Guitarras del desierto, ritmos circulares, un eco que parece venir desde el fondo de una caverna que nadie ha cartografiado. Baumann siempre ha tenido un pie en lo espiritual y otro en la ciencia ficción. Y este tema es un perfecto equilibrio entre ambos mundos.

Después llega “Lost In A Pale Blue Sky”, una pieza que se despliega como un rezo sin palabras. Hay coros que no son coros, timbales que golpean como el recuerdo de algo no vivido. Baumann no hace canciones. Crea habitaciones emocionales donde cada instrumento ocupa el lugar exacto donde debería estar el corazón.

“Sailing Past Midnight” o cómo navegar en la propia sombra

Quizás uno de los momentos más intensos de Nightfall sea “Sailing Past Midnight”, que suena como si Brian Eno hubiese soñado con Blade Runner tras una noche de insomnio en un barco fantasma. El bajo late como un corazón mecánico, los sintetizadores se retuercen entre la niebla y todo avanza como una procesión pagana en dirección a ningún sitio… o a todos a la vez.

Pero también hay ternura. En “I’m Sitting Here, Just For A While”, Baumann hace algo que parece fácil pero que nadie hace bien: ralentizar el tiempo sin que se detenga. Hay saxofones que no suenan a jazz, percusiones que podrían ser respiraciones y una atmósfera que recuerda más a un templo tibetano que a una sala de mezclas. Místico sin ser esotérico. Profundo sin ser pretencioso.

Y al final, cuando ya crees haber llegado a alguna parte, llega “Nightfall”, el tema que cierra el álbum. Un susurro coral, casi sacro, que no busca un clímax sino una despedida. Una especie de caricia sonora que te dice al oído: «Hasta aquí. Pero no es el final.»

“Cada escucha es como una nueva marea”

“Como un río, nunca exactamente igual”, reflexiona Baumann. Esa es la esencia de Nightfall. No hay hit, no hay fórmula, no hay melodía pegajosa. Hay algo más valioso: hay misterio. Un misterio que no se impone, se ofrece. Como un espejo roto que te devuelve fragmentos de ti mismo.

Este no es un disco para poner de fondo mientras lavas los platos. Es para escucharlo con los ojos cerrados, con una copa medio vacía y la nostalgia medio llena. Es para escucharlo en un tren lento, o en un bosque inmóvil, o en ese lugar indefinido donde solo habita la memoria emocional.

Baumann, que fundó el sello Private Music para difundir la belleza sin necesidad de palabras, ahora regresa a lo esencial: un hombre, unas máquinas, una intuición. Y lo que surge es algo que solo puede definirse como un gesto de amor hacia lo invisible.

“Nightfall es una puerta, no una respuesta”

Y si algo ha demostrado Baumann con Nightfall, es que la música no necesita explicarse. Necesita sentirse. Que hay discos que no buscan fans, sino cómplices. Y que en un mundo cada vez más ruidoso, la belleza susurra.

“Durante cinco décadas intenté infundir una cualidad trascendente a mi música”, afirma. Y lo ha logrado. No con grandilocuencia, sino con sutileza. No con algoritmos, sino con alma.

Así que ahora la pregunta es otra: ¿te atreves a cruzar esa puerta? Porque si lo haces, te aviso: no volverás igual.


“Los sueños no tienen forma, pero sí banda sonora”

“No hay mapa para un viaje interior como este”

“Nightfall es una sombra con luz propia”


“El que escucha con el alma, nunca se pierde”
(Proverbio anónimo del desierto)


Y tú… ¿cuándo fue la última vez que un sintetizador te hizo llorar sin saber por qué?

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JOHNNY ZURI

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