Cuando los cables y las válvulas soñaron con las estrellas
A mediados de los 70 el rock progresivo ya era un circo ambulante de solos imposibles, compases marcianos y portadas de ciencia-ficción. Pero faltaba la pieza que lo catapultara del virtuosismo terrenal al puro futurismo sonoro: el sintetizador. El Mellotron había abierto la puerta, cierto, pero en cuanto el Minimoog Model D y los primeros Oberheim se dejaron caer por los estudios, la paleta tímbrica del prog cambió para siempre. De pronto, la guitarra dejó de ser “el” protagonista y pasó a convivir con colchones analógicos capaces de ir del rugido subterráneo al silbido láser en un giro de potenciómetro. Así arrancó la era en la que Yes, Genesis, King Crimson o ELP soñaron con galaxias enteras sin salir de un anfiteatro abarrotado. perfectcircuit.comloudersound.com
¿Hasta dónde puede llegar la magia de los SINTETIZADORES DE RUSH?
1. Sintetizadores y rock progresivo: juego de texturas, no de egos
El atractivo inmediato del sintetizador en el prog no fue sólo el “sonido del mañana”, sino la libertad para diseñar paisajes que una guitarra o un Hammond jamás podrían emular. Rick Wakeman lo usaba para dibujar líneas solistas que parecían meteoritos; Keith Emerson, con su monstruoso Moog modular, creaba terremotos sónicos que retumbaban hasta la última fila del pabellón. La clave era la síntesis substractiva: tres osciladores, un filtro gordo y mucho valor para girar knobs en directo. El resultado era un artefacto que podía ser sedoso como un violín o hiriente como un soplete, según el humor del músico. thomholmes.com
Al popularizarse los módulos portátiles (Minimoog, ARP Odyssey) y, sobre todo, los primeros polisintes como el Oberheim OB-X (1979), el progresivo se convirtió en un laboratorio itinerante. Polifonía y memorias significaban capas infinitas y cambios de escena instantáneos en directo, algo impensable unos años antes. Para 1982 el propio público ya esperaba que una banda “progre” sonara casi cinematográfica, con barridos de filtro envolviendo cada compás. gearspace.com
2. Rush: la caballería cibernética de Geddy Lee
Si hubo un trío que exprimió la tecnología al máximo fue Rush. Tras el clásico Moving Pictures (1981), el grupo decidió que las seis cuerdas de Alex Lifeson compartirían foco con los sintetizadores de Geddy Lee. El disco Signals (1982) marcó el giro: secuencias de Oberheim, colchones corales y bajos sintéticos convivían con los riffs, provocando tanto entusiasmo como desconcierto entre sus seguidores más puristas. en.wikipedia.orgudiscovermusic.com
Geddy no se limitó a añadir un teclado sobre el atril; diseñó un verdadero cockpit de astronauta: a la izquierda el Rickenbacker o el Jazz Bass, al centro el Moog Taurus bajo los pies, y encima un Oberheim o un Minimoog listo para disparar leads. Nada de pistas pregrabadas: todo sucedía en tiempo real, sincronizando cerebro, manos y pies como si fuera fácil. reddit.comyoutube.com
3. SEM vs. Curtis: la guerra fría dentro de Oberheim
Tom Oberheim fue un pionero del “sonido americano” gracias a su SEM (Synthesizer Expander Module). Estos módulos usaban circuitos discretos y un filtro multimodo de 2 polos que podía fundirse suavemente de paso-bajo a paso-alto o notch apenas moviendo una perilla. El resultado: un sonido aireado, con un punto crudo que enamoró a muchos teclistas setenteros. reddit.com
Cuando llegaron los polisintes OB-Xa y OB-8, la cosa cambió. Para reducir costes y mejorar la estabilidad térmica, Oberheim adoptó los chips Curtis CEM: VCO, VCF y VCA integrados en una pastilla de silicio. Su filtro low-pass conmutable entre 2 y 4 polos era limpio, preciso y menos “salvaje” que el SEM. A cambio, permitía memorias, capas y splits, auténtica ciencia ficción en 1981. Los fans aún debaten cuál suena “mejor”, pero todos coinciden en que Curtis hizo posible que los OB-Xa poblaran escenarios de medio planeta sin desafinar a media canción. gearspace.comsynthtopia.com
4. El Minimoog eterno y sus descendientes del siglo XXI
El Minimoog Model D original (1970) fue tan influyente que 55 años después sigue en producción… y en reediciones de lujo. En abril de 2025 Moog presentó el Geddy Lee Minimoog Model D, una versión firmada que añade LFO dedicado, MIDI moderno y una VCA más silenciosa, pero conserva el célebre filtro de 24 dB y ese overdrive natural que huele a classic rock. moogmusic.comnews.cygnus-x1.net
¿Quieres ese gruñido sin vender el coche? El Behringer Poly D replica la circuitería a precio terrenal, incorpora un cuarto oscilador y, sorpresa, modo poli a cuatro voces. No es un clon perfecto —la carcasa es más compacta y el teclado se queda en tres octavas—, pero para directo o estudio pequeño cumple con nota notable. Las reseñas coinciden: grandullón en graves, mordaz en medios y con un modo mono que clava el timbre “Tom Sawyer” con muy poco ajuste. trentsworld.blogin2guitar.comsweetwater.com
Si tu estudio cabe en un portátil, Arturia Minimoog V o UAD Mini te dan el 90 % del carácter por cero kilos de peso y con automatización total. En producciones actuales de prog-metal o synthwave, estas emulaciones son la vía rápida para poner un rugido vintage en la mezcla sin pelearte con mantenimiento ni ruidos. (Aquí el luthier electrónico no protesta, porque es un plugin).
5. Geddy Lee, pulpo certificado: bajo, voz y sintes en la misma cabeza
Volvamos al escenario: ¿cómo demonios hacía Geddy para cantar, pulsar el bajo y pisar los pedales Taurus sin romperse? El secreto era la independencia motora trabajada a fuego lento desde 1977. Primero programaba secuencias básicas en un Oberheim DSX o disparaba líneas sostenidas con el Minimoog; luego, con los pies, marcaba las notas graves en los Taurus. Así la banda mantenía la pegada rítmica mientras la mano derecha se iba a los sintetizadores para rematar arpegios o leads. El público veía tres músicos… y escuchaba cuatro. reddit.comyoutube.com
Un detalle geek: los Taurus originales afinaban una octava por debajo del bajo eléctrico, generando un colchón subarmónico que el equipo de sonido sentía primero en la caja torácica. Ese “subsuelo” sónico se volvió marca de la casa y permitió a Rush mantener su identidad poderosa incluso en la etapa más new-wave de los 80.
6. Pedales Moog Taurus: cuando el bajo se puso escafandra
Lanzados en 1975, los Moog Taurus I se diseñaron pensando en organistas, pero pronto se convirtieron en arma secreta para bajistas y guitarristas con ansias de abismo tonal. Tres presets (Taurus, Tuba, Bass) más un modo “Variable” bastaban para derribar muros gracias a su filtro de 24 dB y su VCA con transitorios suaves. Geddy sacaba partido al glide para enlazar notas sin que se notara el cambio de pedal, casi como un fretless gigante bajo sus pies.
Cuando Moog reeditó el Taurus III en 2010, los puristas suspiraron al comprobar que la firma sonora seguía ahí: bajos que parecen magma y agudos que apenas existen… porque nadie los quería. El secreto estaba en los osciladores controlados por voltaje y un recorrido de filtro pensado para enfatizar el primer armónico. En palabras del propio Lee: “Si quieres que un estadio tiemble, pisa el Taurus”. youtube.com
7. ¿Y ahora qué? El legado retro-tech que sigue dando guerra
Cincuenta años después, los sintetizadores de los 70 y 80 siguen marcando el sonido de bandas actuales de prog moderno, metal técnico y, cómo no, del revival synthwave. Gran parte de la culpa la tiene esa dualidad mágica: analógico = impredecible + cálido. Los chips Curtis y los circuitos discretos SEM demostraron que dos diseños distintos pueden llegar al público correcto si la música va por delante del ego técnico.
Los fabricantes lo saben: cada año hay más reediciones “auténticas” y más clones asequibles que democratizan un timbre que antes estaba reservado a estrellas de estadio. Por eso un chaval que graba en su dormitorio puede lanzar un tema con la pegada del Exit… Stage Left y colarlo en playlists globales. La revolución no sólo fue tecnológica; fue cultural.
De la utopía analógica al presente digital, sin perder la chispa
Los sintetizadores no “suplantaron” nada; ampliaron el vocabulario del rock progresivo. Permitieron a Geddy Lee, a Emerson o a Wakeman vestir sus ideas con texturas que todavía hoy suenan a mañana. Ya sea un Minimoog original, un Oberheim OB-Xa repleto de Curtis o un plugin que cabe en tu mochila, el objetivo sigue siendo el mismo: convertir electricidad en emoción. Y mientras existan músicos dispuestos a torcer perillas hasta que chisporroteen los transformadores, el legado retro-futurista de los 70 y 80 vivirá, pulsante y gigantesco, en cada nuevo riff, en cada nueva atmósfera —y en cada suspiro subgrave que haga vibrar el pecho del público.
Porque, seamos sinceros: pocas cosas dan más libertad creativa que un buen sintetizador… y un montón de valor para llevarlo al límite.
[…] para el lector curioso: el texto que lo empezó todo fue este pequeño tesoro de Lo + Música: “Cuando los cables y las válvulas soñaron con las estrellas” (10 jun 2025). Léelo, paladéalo y regresa; aquí lo reinventaremos con nuevos enlaces y algo de […]