¿Por qué NANO STERN sigue emocionando a todo un continente?

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¿Por qué NANO STERN sigue emocionando a todo un continente? El trovador que rinde homenaje al alma chilena

Nano Stern es una de esas presencias que no se explican, se sienten. Entra en escena y el aire se carga de electricidad, de memoria, de futuro y de una emoción que, sin saber cómo, te hace llorar por algo que aún no ha ocurrido. Este domingo 8 de junio, en la mítica Sala Galileo Galilei de Madrid, ese conjuro volverá a suceder. Y no estará solo: El Kanka, Carlos Palacio “Pala”, Jorge Drexler y otros invitados se sumarán a la ceremonia. Porque sí, lo que Stern trae no es un concierto; es una ceremonia con guitarras, violines y verdades susurradas al oído.

“Nano Stern canta a Víctor Jara” no es solo el título de su último disco, es una declaración de amor y de resistencia. En un tiempo donde todo corre y se olvida, él se detiene y recuerda. Lo hace con una fuerza ancestral, tocando instrumentos que muchos no sabrían ni nombrar: la nyckelharpa, la flauta de sauce, el violín, o esa guitarra que parece hablar con las cuerdas rotas de la historia. Y lo hace con una voz que no pide permiso. Que dice lo que hay que decir aunque duela. Aunque queme.

“Aún creo en la belleza”, canta. Y lo crees. Porque cuando él lo dice, no suena a frase bonita de autoayuda, sino a acto de fe. Como si la belleza fuera el último refugio posible. El último país.

Un trovador sin pasaporte que canta desde el mundo

Nano Stern no pertenece a un solo lugar. Aunque nació en Chile, su música ha viajado por más de 40 países. Y en cada uno ha dejado algo de sí: un acorde, una frase, una carcajada. Su carrera comenzó cuando era apenas un niño con un violín más grande que él. Luego, en la adolescencia, se dejó tentar por el rock. Pero lo que lo define es esa mezcla que no puede explicarse en palabras, solo escucharse. Como un cóctel imposible de Violeta Parra, Led Zeppelin y J. S. Bach servido en un café de Valparaíso.

“Tradición y modernidad no están en guerra, están bailando juntos”, parece decir con cada canción. Es esa capacidad de hablarle a todas las generaciones lo que lo convierte en un fenómeno único. En sus conciertos, los padres lloran, los hijos bailan y los abuelos cierran los ojos como si volvieran a vivir.

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“El arte no tiene patria, pero sí memoria”

En su paso por Madrid, Nano Stern rinde homenaje a los gigantes de la canción chilena: Violeta Parra, Víctor Jara, Patricio Manns. Pero no lo hace desde la nostalgia polvorienta ni el folclore congelado. Los revive con una luz contemporánea, les presta sus cuerdas vocales y su cuerpo entero, como si les dijera: “ustedes cantaron por mí, ahora me toca a mí cantar por ustedes”.

Ese homenaje tiene un momento especialmente simbólico: su versión de “El pimiento” de Víctor Jara, grabada en el mismo Aula Magna de la Universidad de Santiago donde Jara fue detenido. No es solo una canción. Es un acto de justicia. Una ofrenda. Un rezo con forma de música.

De trovador a profesor, sin dejar de ser juglar

En marzo de 2025, Nano fue invitado como profesor remoto por la Berklee College of Music, en Boston. Y no es de extrañar. Quien lo ha escuchado hablar sobre música sabe que no se trata solo de notas y armonías. Para él, la música es un mapa, una brújula, una forma de entender el mundo. Ya lo demostró en su documental “En septiembre canta el gallo”, premiado en el Festival Inedit Chile, donde repasa la historia sonora de un país herido y luminoso.

No hay en él esa pedantería académica del que sabe demasiado. Su sabiduría viene del barro, del ensayo, de la cuerda rota y la lágrima inesperada. Y eso se nota. En su manera de improvisar, de reírse en mitad de una canción, de mirar al público como quien mira a un viejo amigo al que no ha visto en décadas.

“Sigo creyendo que la música puede cambiar algo, aunque sea el aire de una habitación”

Su obra más reciente, “Nano Stern canta a Víctor Jara”, no es una simple recopilación de versiones. Es un viaje emocional. Un tributo donde cada acorde parece haber sido grabado con las manos temblando. Desde el silencio respetuoso hasta el grito desgarrado, este disco es una conversación entre generaciones.

Y no es la única joya en su maleta. Están también su sinfonía “…Hará brotar el momento”, escrita para la Orquesta de Concepción, y sus “Décimas del Estallido”, donde poesía y canción se abrazan como hermanos separados por un golpe de Estado.

“La música es memoria, es cuerpo, es deseo de seguir vivos”

Cuando este domingo se suba al escenario madrileño con sus amigos de ruta —El Kanka, Drexler, Pala— no será una noche cualquiera. Será una especie de rito. Un reencuentro. Un susurro colectivo. Será una de esas noches que uno no sabe si vivió o soñó.

Y si aún hay entradas, hazte un favor y consíguela aquí: Nano Stern + Amigos – Sala Galileo Galilei

Porque la belleza, como dice él, sigue existiendo. Solo hay que saber escucharla.


“El que canta su mal espanta” (Refrán popular latinoamericano)

“Y aunque caigan cien tormentas, yo aún creo en la belleza” (Letra de Nano Stern)


Nano Stern no viene a entretener. Viene a hacer memoria, a sembrar preguntas, a cantar donde otros callaron.
¿Estás dispuesto a escuchar?

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JOHNNY ZURI

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