Por qué Open the Door es el disco indie más honesto

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Lazy Day abre la puerta con Open the Door ¿Por qué Open the Door es el disco indie más honesto del año?

Estamos en noviembre de 2024 en Londres, y mientras la ciudad aún huele a lluvia y a tráfico, suena un eco íntimo que no se confunde con nada más: Lazy Day acaba de lanzar su primer álbum largo, Open the Door, y la escena independiente se remueve como si alguien hubiera dejado entrar aire fresco en una habitación demasiado cerrada. El nombre del disco es casi literal, un gesto de apertura, de cruce de umbral, y al escucharlo uno entiende que aquí hay más que canciones: hay un pulso vital, una historia contada desde dentro, con crudeza y ternura al mismo tiempo.

La música es una llave que abre lo que uno temía cerrar”, pienso mientras repaso la génesis de este álbum. Y es que el camino hacia Open the Door no se entiende sin detenerse antes en un tema crucial: “Concrete”, aquel single que apareció un par de meses antes, un adelanto en forma de metáfora pura.

Origen: ‘Concrete’ by Lazy Day | New Album, ‘Open the Door’ – It’s Psychedelic Baby Magazine

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El peso invisible de “Concrete”

La palabra misma lo dice todo. Concreto, hormigón, un material que sostiene edificios y al mismo tiempo amenaza con aplastar. “Concrete” nació de esa contradicción, como un retrato de relaciones que parecían firmes pero terminaban siendo demasiado pesadas, incapaces de dejar respirar. En el estudio, Tilly Scantlebury encontró un modo de escapar de la confesión lineal: escribió la letra en forma de pequeñas viñetas, casi como si fueran polaroids mentales, fragmentos que logran la paradoja de ser personales y universales a la vez.

El resultado es una canción que no pide permiso para quedarse. Su fuerza está en esa mezcla de vulnerabilidad y contundencia, un equilibrio extraño que marca el tono de todo el álbum. La primera vez que escuché Concrete de Lazy Day – visualiser en YouTube tuve la sensación de que alguien había puesto en acordes lo que significa intentar amar y no ahogarse en el intento.

Open the Door como confesión musical

Cuando Open the Door se publicó el 8 de noviembre de 2024, las reseñas coincidieron en una idea: aquello era escritura de canciones en estado puro. La crítica de Far Out Magazine lo definió como una obra que atrapaba sin soltar hasta el último minuto, con melodías que se pegaban al oído y una producción que oscilaba entre la calidez analógica y las texturas electrónicas más delicadas. Otros medios como LOUD WOMEN hablaron de un sonido brumoso, casi hipnótico, y de una voz —la de Scantlebury— capaz de situarse en la misma liga emocional que St Vincent o Angel Olsen.

Pero lo interesante no fue solo el aplauso externo, sino lo que pasaba puertas adentro. Mientras componía, Tilly estaba terminando un doctorado. Sí, un PhD al mismo tiempo que un disco. ¿Qué puede tener que ver la academia con la música indie? En palabras suyas, mucho más de lo que parecía: la disciplina de una tesis y la catarsis de una guitarra terminaron siendo vasos comunicantes. La artista misma lo explicó en OutFront Magazine, reconociendo que lo que inicialmente parecía incompatible terminó siendo enriquecedor.

Entre la intimidad y la catarsis sonora

El disco se gestó primero en un estudio casero, con esa precariedad fértil que tienen los lugares pequeños, hasta que migró al Institute of Sonic Architecture en Gales. Allí, junto al productor Gethin Pearson, la obra tomó cuerpo. Guitarras que oscilaban entre lo etéreo y lo urgente, bajos que parecían susurrar emociones, sintetizadores que no sonaban a moda sino a algo atemporal. Y en el centro, una voz que se permitía pasar de la fragilidad más íntima a la explosión más liberadora.

Lazy Day había publicado antes material valioso, pero aquí había un giro: las letras eran “las más directas” que Tilly había escrito nunca, sin metáforas en exceso, sin miedo a mostrar la herida. En parte, ese salto de confianza tuvo que ver con el respaldo del equipo de Brace Yourself Records, que dio a la artista el espacio y la seguridad para entregar el disco al mundo.

Abrir la puerta no es dejar entrar, es atreverse a salir”, me repito mientras vuelvo a escuchar “All the Things That I Love”, la canción que dio nombre al álbum.

El eco de las críticas y el ritual de la escucha

Las cifras también hablaron: 4 estrellas en Far Out Magazine, una puntuación crítica de 75 en Album of the Year. No son números que vayan a cambiar la bolsa, pero en el ecosistema del indie valen más que cualquier gráfico de Spotify. Cada reseña insistía en lo mismo: este era un álbum honesto, capaz de conmover sin sobreactuar.

Medios como Wonderland se atrevieron incluso a desglosar el disco canción por canción. Allí se descubría, por ejemplo, que “Killer” había nacido de la fascinación visual por la serie Hannibal, mientras que “Getting Good” surgió de un experimento de afinación en la guitarra. Esos detalles muestran que no hay un método único, sino una alquimia entre obsesiones, casualidades y decisiones conscientes.

Los escenarios pequeños que se vuelven gigantes

Un disco así pedía escenario, y lo tuvo. Primero fueron tiendas de discos en ciudades como Kingston o Londres, lugares íntimos donde la música se siente más cercana que nunca. Luego, en febrero de 2025, una gira completa por Reino Unido, con paradas en Glasgow, Manchester o Bristol.

El 14 de febrero, en The Lower Third de Londres, Lazy Day ofreció un concierto que todavía se recuerda por su energía y por un guiño inesperado: un cover de “2 Become 1” de las Spice Girls, entre canciones propias como “Concrete” o “Bright Yellow”. Ahí está la gracia: un grupo que no teme ser emotivo ni jugar con lo pop, que entiende que la música no necesita pedir permiso para mezclar lo sublime con lo cotidiano.

Una edición física con alma de objeto

En un tiempo donde lo digital lo devora todo, Lazy Day sorprendió con la edición Greensleeve, una alternativa al vinilo tradicional: un paquete que incluía un folleto artístico, un código de descarga y una toalla de té ilustrada con puertas diseñadas por fans y amigos. No era un simple truco de marketing, era un gesto afectivo, casi artesanal. Como contaron en It’s Psychedelic Baby Magazine, la idea era unir lo físico y lo digital con un toque humano y cotidiano. Una especie de recordatorio de que la música, además de escucharse, también puede tocarse.

“Abrir la puerta” como destino

Open the Door no es solo un título, es también una declaración de intenciones. Abrir puertas para dejar salir fantasmas, para invitar a entrar a quien de verdad merece estar. Scantlebury encontró en este disco una manera de conjugar sus mundos —el académico, el íntimo, el artístico— en una obra que vibra de autenticidad.

Las reseñas lo confirmaron con frases memorables: “un borde tonal del indie para sentirse amado, visto y eterno”, decía OutFront. Y sí, puede sonar grandilocuente, pero al escuchar el disco uno entiende que aquí no se trataba solo de melodías, sino de un refugio emocional compartido.


Las canciones no cierran heridas, pero enseñan a mirarlas sin miedo.”


Hace tiempo alguien me dijo que un buen disco no se mide por la cantidad de veces que lo pones, sino por la cantidad de veces que te cambia la respiración. Open the Door hace eso: incomoda, reconforta, acompaña. Y lo hace con la naturalidad de quien abre una ventana y deja entrar el aire.

Ahora la incógnita queda flotando: ¿qué pasa cuando una puerta se abre del todo? ¿Qué nuevos pasillos, qué habitaciones sonoras, qué mundos vendrán después para Lazy Day?

Originally posted 2025-08-21 08:20:21.

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JOHNNY ZURI

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