La historia secreta de BALTHVS y su viaje psicodélico

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La historia secreta de BALTHVS y su viaje psicodélico. De Bogotá a Seattle, un sonido que derriba fronteras musicales

Estamos en septiembre de 2025, en Seattle, y el aire en la ciudad todavía vibra con la memoria reciente del paso de BALTHVS, ese trío colombiano que se ha colado en la cabina de KEXP para regalar una sesión que es mucho más que un concierto. Es un viaje. Un ritual de guitarras líquidas, bajos serpenteantes y percusiones que suenan a selva y desierto a la vez. Los tres músicos llegan con algo que parece sencillo, pero que en realidad es una declaración de principios: un sonido que mezcla rock psicodélico, cumbia y ecos turcos, sin pedir permiso a nadie.

No exagero cuando digo que su actuación en Seattle es de esas que atrapan incluso a quien nunca ha tenido la más mínima curiosidad por la psicodelia. ¿El truco? Lo que otros llamarían fusión, ellos lo entienden como naturalidad. Como si en lugar de sumar géneros hubieran encontrado un hilo invisible que une los pasillos de la Bogotá subterránea con la Anatolia de los setenta y, de paso, con las pistas de baile tropicales donde la cumbia se ha reinventado mil veces.

“La música psicodélica no es un género, es una manera de mirar el mundo”, sueltan entre risas durante la entrevista con Alina, la anfitriona de KEXP. Y uno se da cuenta de que hablan en serio.

Cómo un grupo nacido en pandemia conquista el futuro

Una amistad, un encierro y una visión compartida del sonido global

Hace tiempo, en los meses de encierro pandémico, tres músicos colombianos que se conocían de la movida local decidieron que era el momento de arriesgarlo todo. Podían quedarse en casa esperando a que la tormenta pasara o podían encerrarse en una especie de laboratorio sonoro casero y dejar que la psicodelia hiciera el resto. Eligieron lo segundo. Así nació BALTHVS, con una fecha de inicio improbable: 2019-2020, justo cuando el mundo parecía detenerse.

Lo curioso es que lo que para muchos fue una pausa, para ellos fue el inicio de una carrera frenética. En apenas unos años, han sacado tres discos y ya tienen un cuarto en camino, con un título que parece prometer abundancia: Harvest. Y no se trata de una metáfora forzada; lo que están cosechando es el resultado de sembrar con paciencia un sonido propio en medio de la sobreproducción musical que nos rodea.

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Lo que YouTube revela de la psicodelia colombiana

Una generación que aprende escuchando el mundo desde la pantalla

Si algo deja claro la entrevista en Seattle es que BALTHVS es hijo de la generación YouTube. No necesitan coleccionar vinilos raros ni perderse en tiendas de discos europeos para encontrar inspiración: lo tienen todo a un clic. De ahí que su música respire Turquía, Nigeria, California o Bogotá en la misma proporción. La red, esa que muchos culpan de matar la paciencia del oyente, aquí se convierte en herramienta de excavación cultural.

“Nos criamos con acceso a todo lo que antes estaba reservado a unos pocos melómanos obsesivos”, confiesan. Y el resultado es un cóctel que evita la copia barata: no se trata de sonar a Pink Floyd ni de disfrazarse de Anatolian Rock, sino de tomar elementos dispersos y devolverlos al mundo con acento propio.


BALTHVS frente al espejo de la música latina

Entre la tradición de la cumbia y el idioma universal del groove

Hay algo irónico en todo esto. Durante décadas, la etiqueta “latino” en la música se reducía a salsa, reguetón o bachata. Ahora aparece un trío de Bogotá y se planta en Seattle diciendo: “Sí, somos latinos, pero también somos psicodélicos, globales, bilingües”. Cantan en español y en inglés, a veces en la misma canción, y eso no los fragmenta: los multiplica.

No es casualidad que ya sumen más de 11 millones de reproducciones en plataformas. Ese número, que puede sonar abstracto, en realidad es un termómetro. Significa que hay un público global dispuesto a bailar con un bajo que suena a cumbia, a dejarse arrastrar por una guitarra que podría haber nacido en Estambul y a escuchar letras en dos idiomas sin que eso importe demasiado. La frontera se diluye, la música fluye.

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BALTHUS VISTO POR JOHNNY ZURI EN UN UNIVERSO ALTERNATIVO.

“La psicodelia no está en las drogas, está en el oído”

Reflexiones al filo de un bajo eléctrico y un delay infinito

Johnny Zuri: La psicodelia de BALTHVS no es un viaje químico, es un viaje cultural.

Esa frase podría servir de eslogan para describir lo que pasa en sus conciertos. No hay excesos visuales, no hay luces estroboscópicas intentando suplir carencias. Hay tres músicos concentrados en un sonido hipnótico, repitiendo patrones como si fueran mantras, y de pronto algo en el aire cambia. El público entra en trance.

La entrevista en KEXP lo confirma: ellos no buscan etiquetas ni quieren encasillarse en un circuito psicodélico de museo. Para ellos la psicodelia es, en esencia, un estado de escucha profunda. Y en un mundo acostumbrado a pasar canciones en veinte segundos, eso ya es casi un acto de rebeldía.


El precio y la promesa del futuro de BALTHVS

¿Hasta dónde puede llegar un trío colombiano en la escena global?

El gran interrogante ahora es qué pasará con ellos en los próximos años. Han demostrado que pueden llenar salas en Colombia, girar por Norteamérica y sonar convincentes en un estudio tan respetado como el de Seattle. El siguiente paso es más arriesgado: consolidarse como referente de una nueva psicodelia latinoamericana.

No se trata solo de tocar en festivales europeos o de aparecer en playlists de Spotify. Se trata de mantener ese equilibrio raro entre ser un proyecto global y no perder la raíz bogotana que les da sentido. Si lo logran, el camino está abierto para que otros grupos latinos dejen de imitar tendencias y empiecen a exportar su propio universo sonoro.



“BALTHVS demuestra que la música latinoamericana no tiene por qué sonar siempre igual”.


“Su mezcla de psicodelia, cumbia y sonidos turcos es el espejo de una generación global”.


Ahora que el eco de su actuación en KEXP sigue flotando en las redes, la pregunta inevitable aparece: ¿será Harvest el álbum que los catapulte definitivamente o quedará como un capítulo brillante en la historia de la psicodelia colombiana? La respuesta, como su música, probablemente no llegue de golpe, sino en capas, con paciencia, como un delay que se repite hasta el infinito.

¿Tú qué crees: estamos ante un fenómeno pasajero o frente al inicio de una nueva tradición sonora que, dentro de unos años, otros citarán como referencia?

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JOHNNY ZURI

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