¿Por qué Wet Leg le canta a Davina McCall?
El videoclip más extraño y dulce del año lo firma Wet Leg
“Nunca pensé que una canción pudiera sonar como una carta de amor escrita con plastilina derretida.” Esa fue la frase exacta que me vino a la cabeza cuando vi por primera vez el nuevo videoclip de Wet Leg, ese dúo británico que convirtió una broma de festival en una banda con Grammy y todo. La canción se llama “davina mccall”, sí, con minúsculas, como un susurro sin pretensiones. Y es una joya suave, disonante, poética. Una rareza que entra por los oídos pero se queda en la piel, como una de esas cremas carísimas que nunca sabes si funcionan pero que huelen a infancia feliz.
Hace tiempo que Wet Leg dejó de ser una promesa. Su primer disco fue un fogonazo sarcástico y bailable, lleno de frases que podían estar tatuadas en la espalda de cualquier adolescente sin miedo a la ironía. Pero ahora, con su segundo álbum, el provocadoramente titulado «moisturizer», están haciendo algo mucho más difícil: crecer sin aburrir. Y “davina mccall” es el ejemplo más claro de ese viraje elegante hacia una melancolía menos chillona, pero más honesta.
Stop-motion, lágrimas y alas de pájaro
El videoclip, dirigido por Chris Hopewell, es una pequeña obra de arte que podría pasar desapercibida si uno no se detiene a mirar. Todo está hecho a mano: marionetas de arcilla, escenarios diminutos, alas que se agitan como si supieran que están condenadas a no volar. Es tan artesanal que huele a cola blanca, a taller de instituto, a domingos de lluvia. Pero también es precioso. Un mundo en miniatura donde los miembros de Wet Leg caminan con una dulzura fantasmagórica por una especie de universo entre lo gótico y lo doméstico.
“Parece una mezcla entre un cuento de los Hermanos Grimm y un anuncio de suavizante en clave emo.” Lo pensé cuando vi a la figura animada de Rhian Teasdale con un abrigo de plumas azules caminando entre plantas que parecen vivas. Y sí, hay algo profundamente emocional en ese delirio visual, como si todo lo que no pudieron decir con palabras lo hubieran modelado con los dedos.
Lo curioso es que la letra de la canción también tiene ese mismo tono: habla del recuerdo, de la pérdida, de esa sensación absurda de querer estar bien y no saber cómo. Y en medio de todo eso, aparece ella: Davina McCall, presentadora de televisión, icono británico, mujer incansable que durante años fue el rostro amable del prime time. ¿Qué pinta ella aquí? Esa es la pregunta.
Una musa inesperada en la era de lo obvio
Nadie esperaba que Davina McCall se convirtiera en musa indie. Pero eso es lo maravilloso de esta canción. Es un homenaje extraño, sutil, casi secreto. Como si nombrarla fuera una forma de invocar algo que ya no está: la televisión ingenua, las noches frente al sofá, las mujeres que hablaban sin gritar. Rhian y Hester no explican nada del todo. Solo sugieren. Y esa ambigüedad tiene más fuerza que mil entrevistas promocionales.
Durante la grabación del disco, el grupo se encerró en una casa del campo británico, en Norfolk. Cinco personas componiendo, cocinando, tocando y, probablemente, discutiendo sobre qué rayos significaba hacer un segundo disco sin convertirse en una parodia de uno mismo. Fue allí donde empezó esta canción. Hester trajo la melodía, Ellis el bajo, Rhian puso letra a ese misterio que flotaba como niebla inglesa.
“No queríamos hacer algo que sonara listo. Queríamos algo que sonara verdadero”, dijo Rhian en una entrevista. Y “davina mccall” lo logra con creces. Es una canción que no trata de impresionar, pero que te arrastra sin que te des cuenta. Como un recuerdo que llega mientras estás fregando los platos.
Cuando la nostalgia no es una trampa
Lo más provocador de esta canción es que no grita. En un mundo donde todo compite por nuestra atención con colores chillones, algoritmos, filtros y dramas inventados, Wet Leg elige el susurro. La lentitud. El detalle. Y eso es profundamente humano. No hay pose, no hay disfraz. Hay melancolía, sí, pero sin victimismo. Hay ternura sin ñoñería. Hay música que no quiere salvar el mundo, pero sí abrazarlo un poco.
Y ahí está también el videoclip, construido durante semanas por un equipo artesanal que suena más a taller de marionetas que a productora de videoclips. Gente como Jacky Howson, Joanna Garland o Helena Houghton, que han modelado cada detalle con un mimo que ya casi no se ve. Un pájaro de cartón. Una lágrima de resina. Unos árboles de papel maché que parecen tener alma. ¿Puede el pop ser así de frágil y seguir siendo pop? Parece que sí.
La fuerza de lo sutil
Moisturizer, el disco que incluirá esta canción, sale pronto. Ya hay quien lo espera con los dientes afilados. Pero también hay quien, como yo, lo espera con la esperanza de encontrar en él esa rareza tan difícil: un sonido que no intente agradar a todo el mundo, sino solo a los que están dispuestos a escuchar de verdad.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”
(Proverbio tradicional)
Y si algo tiene este tema es paciencia. Es una canción que se planta en medio del ruido y se queda ahí, como quien ha decidido que no necesita convencer a nadie. Solo estar. Como Davina McCall, que sigue en la tele sin pedir permiso, con la dignidad de quien ya lo ha visto todo.
“Hay canciones que curan, pero esta también hidrata.”
“La melancolía no es debilidad, es detalle.”
¿Y tú?
¿También tienes una Davina en tu vida?
¿Una figura que te acompaña aunque ya no esté?
¿Una canción que te recuerda que no hace falta gritar para que te escuchen?
Wet Leg lo ha vuelto a hacer.
Y esta vez, con plastilina.
Si quieres escuchar el tema, puedes hacerlo aquí mismo.
Y si deseas reservar el álbum completo, solo tienes que visitar esta página oficial.