Marttein, el Compadrito de la Noche que Revive el Tango en Clave Trap
La noche prometía glamour y caos, una combinación tan argentina como el Obelisco y las primeras noches de calor en diciembre. Marttein había convocado a una multitud al mítico Cine Gil para la proyección de Una película argentina, el mediometraje que acompaña su último álbum, MARTTEIN. Sin embargo, en un giro que solo podría ocurrir en estas pampas, la película no arrancaba.
Los invitados, armados con gin tonics de la barra y una paciencia más corta que la espera, se instalaron en la vereda, improvisaron una fiesta en la terraza y agotaron el hielo. Mientras tanto, en algún rincón de la ciudad, alguien terminaba de exportar el archivo de la película, un hecho que, en su caótica espontaneidad, encapsula el espíritu de esta obra: una producción artesanal y visceral que escapa a las lógicas del marketing.
Origen de las fotos: Conocé a Marttein y su pop neurótico con reminiscencias tangueras
¿Quién es Marttein y por qué lo llaman el compadrito raver?
Marttein, o Martín Olveira, es un músico de 23 años que creció al lado de la cancha de Platense. Su arte es un híbrido de contradicciones: combina la nostalgia tanguera con la crudeza del trap, mezcla relatos de noches porteñas con un humor ácido y autocrítico, y retrata a una generación atrapada entre el fracaso y la búsqueda obsesiva de éxito.
Desde sus primeros días en la música, Marttein se interesó por contar historias. En MARTTEIN, el disco que da origen a Una película argentina, encarna a un antihéroe que oscila entre ser un fisura querible y un calculador miserable. Este personaje, interpretado por él mismo en la película, vive con su madre (la icónica Sandra Madonna) y transita las noches porteñas con un aire decadente y carismático. Se peina a la gomina, viste una campera de cuero setentosa y cuenta historias de raves y encuentros con dealers, como Dillom, que en el tema “Llamalo” interpreta a un transa con un Renault 12.
La noche porteña: Cruda, patética y brillante
Lejos de las postales hedonistas que idealizan la noche, Una película argentina muestra la realidad descarnada de un fracasado que vive al límite. Es una especie de Tony Manero (de Pablo Larraín) en clave porteña, pero también recuerda a los antihéroes de Bruno Stagnaro. La cámara sigue a Marttein en un plano secuencia continuo, una decisión práctica para evitar altos costos de montaje, pero que también refuerza la sensación de inmersión en una noche interminable y decadente.
El protagonista no busca redención ni compasión. En cambio, abraza su fracaso con una ironía que resulta, paradójicamente, liberadora. “Es la historia de un fracasado, pero también la de muchos pibes que viven su falta de posibilidades como una filosofía de vida”, dice Marttein. Esa crudeza genera una conexión incómoda, casi inevitable, con una generación marcada por el peso del éxito ajeno y la sensación de estancamiento.
Del conservatorio a las raves: La metamorfosis de Marttein
La formación de Marttein es un collage de influencias. En su adolescencia, pasó del conservatorio de la Escuela Juan Esnaola al universo digital de Soundcloud, donde encontró en el trap una forma de expresar las tensiones de su generación. “Me interpelaba la crudeza de las letras, pero quería algo más narrativo”, cuenta. Esa búsqueda lo llevó a escribir canciones que mezclan observaciones cotidianas, humor y crítica social.
Su primer disco, Antro (2017), ya exploraba las dinámicas nocturnas, y fue seguido por Guerra (2018), un trabajo cargado de referencias políticas y sonoridades bélicas. Con MARTTEIN, Marttein logra sintetizar todas sus influencias en un pop neurótico, cargado de estribillos memorables y letras que, según él, “podrían ser la sinopsis de una película”.
Influencias tangueras y homenajes a la cultura porteña
Un elemento clave en el último disco de Marttein es la influencia de su abuelo, Juan Montenero, un apasionado del tango y del lunfardo. Esa herencia se siente en canciones como “Amigo”, que tiene un aire nostálgico y melancólico, y en “El rubio”, donde el narrador mezcla giros tangueros con relatos contemporáneos. En palabras de Marttein: “Este narrador habla como un tipo de 90 años, pero cuenta las historias de uno de 20”.
La película refuerza este cruce temporal con referencias a clásicos como Sur (Pino Solanas, 1988) y escenas de la noche porteña que evocan una Buenos Aires intemporal, donde el pasado y el presente conviven en una extraña pero cautivadora armonía.
Del escenario al delirio: La experiencia en vivo
Marttein no solo interpreta a su personaje en la película; lo lleva al escenario con una intensidad que desarma cualquier barrera entre el artista y el público. Durante su show en Maquinal, aparece impecablemente vestido, pero a medida que avanza la noche, su atuendo se desarma junto con su personaje. Termina cantando en calzones y zapatos, un acto que podría parecer absurdo, pero que en el contexto del espectáculo resulta catártico.
La transformación física es un espejo del viaje emocional que propone: empezar como un compadrito de la noche y terminar como una versión destrozada, pero liberada, de sí mismo. La cumbia deformada de “AAA” es el clímax perfecto para esta ópera trap/rock sobre un fisura contra el mundo.
El futuro de Marttein: ¿Hacia dónde va el compadrito del pop?
Marttein se posiciona como una figura única en el panorama musical argentino. Su capacidad para mezclar géneros, narrativas y personajes lo convierte en una especie de cronista de su tiempo, alguien que no teme mostrar las contradicciones de su generación. Su obra, como su personaje, está llena de imperfecciones y errores, pero también de momentos de brillantez que resuenan con un público que busca autenticidad.
Y ahí está la gran paradoja: Marttein canta sobre el fracaso, pero en el antro, como bien lo grita su disco, logra que la gente grite. ¿Será que, en su negativa a encajar en los moldes de éxito, ha encontrado una forma más honesta y vibrante de triunfar?