¿Por qué “Bad Medicine” sigue siendo un veneno delicioso?

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¿Por qué “Bad Medicine” sigue siendo un veneno delicioso? Bon Jovi y la medicina mala que conquistó New Jersey

Es el otoño de 1988 en New Jersey, y el mundo entero empieza a corear Bad Medicine como si fuera una oración profana. La radio escupe guitarras con brillo de acero, los televisores devoran videoclips en MTV y yo siento que esa canción, con su coro que se pega como chicle barato, no solo es un single: es un manifiesto. Cada vez que la escucho me veo sacudiendo el polvo de una vieja cazadora de cuero, encendiendo el motor de un coche y saliendo a carretera con la certeza de que todo el paisaje se ilumina a base de riffs, teclados y exceso.

La medicina mala de Bon Jovi tiene algo de milagro químico: una fórmula que nunca falla y que, aunque uno intente resistirse, termina invadiendo el cuerpo con su pegajosidad. Y en esa pegajosidad está el secreto. No es solo un tema más del álbum New Jersey, es la puerta de entrada a un sonido que define la época, una obra de ingeniería musical pensada para sonar eterna, con la producción impecable de Bruce Fairbairn y la mano de Bob Rock garantizando músculo y claridad.

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un single convertido en catecismo

Hace tiempo comprendí que Bad Medicine es mucho más que una canción: es un catecismo de arena rock. Tiene la virtud de ser simple y excesiva a la vez, como un eslogan coreado por miles de gargantas en un estadio, como un anuncio de neón que promete felicidad instantánea. Sus metáforas médicas —medicina, veneno, adicción— se convierten en un guiño cómplice, en un disfraz juguetón para hablar del amor y de la dependencia con la exageración propia de los ochenta.

En aquel periodo, Bon Jovi ya jugaba en otra liga. Después de Slippery When Wet, la banda necesitaba demostrar que no era flor de un día. Con New Jersey dieron un salto mayor: más grande, más fuerte, más afilado. Y ahí entra Bad Medicine, primera bala disparada, himno asegurado. Jon Bon Jovi al frente con la voz, Richie Sambora aportando los coros, Alec John Such y David Bryan reforzando el estribillo, y Tico Torres marcando el pulso de toda la operación. Era la demostración de que el engranaje funcionaba a la perfección.

la alquimia de un hit

Hay una pregunta recurrente que nunca pasa de moda: ¿qué hace que una canción sea irresistible? En el caso de Bad Medicine, la respuesta parece sencilla y tramposa al mismo tiempo. El riff inicial engancha al instante, los teclados ocupan el primer plano sin miedo a robar protagonismo a las guitarras, las estrofas fluyen con un fraseo que prepara la explosión y, cuando llega el pre-estribillo con su juego de pregunta y respuesta, el terreno está listo para el golpe final. El estribillo no se canta: se grita. Y en ese grito hay comunidad, hay rito, hay puro rock de estadio.

Lo bueno de una medicina mala es que siempre pide otra dosis”, me dijo una vez un viejo amigo de carretera, resumiendo lo que significa este tema. Porque la canción no solo engancha por lo musical, sino por su narrativa sencilla, clara y potente. Amor como droga, deseo como enfermedad, pasión como tratamiento imposible. Una metáfora clásica envuelta en un envoltorio que todavía hoy brilla.

de New Jersey al mundo entero

Lo fascinante de Bad Medicine es que encapsula un momento histórico en el que el rock mainstream encontró su propio traje a medida. Fairbairn y Bob Rock fueron sastres sonoros: uno aportaba la elegancia de la producción quirúrgica, el otro la contundencia de una mezcla que hacía sonar cada instrumento como si estuviera a centímetros del oyente. El resultado fue un producto redondo, pensado para arrasar en la radio y en MTV, pero también para sobrevivir a los años con dignidad.

Ese equilibrio entre lo popular y lo perdurable es lo que hace de este tema un clásico. No se trata solo de éxito comercial; se trata de cómo un grupo logra capturar un espíritu y convertirlo en estándar. Bon Jovi no era simplemente grande: era la medida con la que otros empezaban a compararse.

la lección para empresas y marcas

Me gusta pensar que Bad Medicine enseña algo más allá de la música. La claridad de roles en el proceso creativo —compositores, productor, ingenieros— demuestra cómo una idea puede convertirse en un producto memorable gracias a la precisión en cada etapa. La narrativa, simple y directa, construye un marco emocional claro. Y la adaptación entre la versión de álbum y el single más corto para radio muestra cómo ajustar el mensaje sin traicionar la esencia.

Si una empresa entendiera su comunicación como Bon Jovi entendía una canción, quizá sabría que el secreto no está en hablar mucho, sino en encontrar el “hook”, esa frase o esa imagen que se clava en la memoria y nunca se va.

el guiño retro que siempre vuelve

Hoy, cuando escucho Bad Medicine, siento que estoy abriendo una botella con el mismo elixir que se servía en los ochenta. Es una blueprint de cómo se construye un estribillo que trasciende, un manual de coros contagiosos y producción afilada. Y en plena era de la atención fragmentada, esa receta tiene más vigencia que nunca.

El rock de estadio siempre vuelve. A veces disfrazado, a veces más sucio, a veces más pulido. Pero vuelve, porque no hay quien le quite ese poder de reunir a miles de personas bajo un mismo grito. Y cuando regrese con fuerza —porque lo hará—, sonará con los ecos de esta medicina mala que, como toda droga memorable, pide siempre otra dosis.

Hay canciones que no pasan de moda porque nunca pertenecieron a ninguna”. Esa podría ser la mejor definición de Bad Medicine.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Bad Medicine es un manual de rock de estadio disfrazado de medicina

Bon Jovi convirtió una metáfora en un himno que aún cura

Puedes comprobar detalles adicionales en Wikipedia en inglés y en la edición en español, o explorar anécdotas en Songfacts. También merece la pena revisar el análisis nostálgico de 2loud2oldmusic y la recopilación de curiosidades en RockFM.

Ahora me pregunto: ¿seguirá habiendo espacio para canciones que funcionen como antídoto y veneno al mismo tiempo? ¿O hemos olvidado cómo suena una medicina que, siendo mala, nos hace sentir tan bien?

JOHNNY ZURI

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