Líberti o el vasto imperio de los hallazgos felices

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Líberti o el vasto imperio de los hallazgos felices

Algunos artistas, poseen, además de, la enorme suerte de sentir curiosidad, de querer expandir sus márgenes sin miedo a lo desconocido, de querer derribar los muros de la zona de confort para hacer del territorio de la creación un vasto imperio de hallazgos felices.

Florencio Cruz nació en Argentina en 1980 y creció escuchando a Brian Eno, Robert Fripp y las evoluciones de Daniel Lanois. Después de estudiar saxofón clásico y entregarse al jazz durante siete años, Cruz abandonó la seguridad de lo académico para zambullirse en el océano del mundo, abrazar nuevas culturas y, en última instancia, buscar, definir y pulsar su propio sonido y lenguaje melódico.

Con 18 años Florencio viajó por Sudamérica y Europa como músico callejero durante varios meses antes de instalarse en la Ibiza del nuevo milenio con su saxo bajo el brazo. Allí comenzó a actuar en clubes y pronto sería aclamado por su sonido único y su carismática presencia en el escenario, convirtiéndose en una referencia en la escena de club acompañando a astros como Roger Sánchez, Joey Negro o Carl Cox.

Captura de pantalla 2019 03 18 a las 15.17.04Allí descubrió la escena de la danza y cayó en la cuenta de que la música house era mucho más que ruido en un club. Era una forma conceptual de unificar a las personas por medio de un ritmo simple y distintivo. En 2012, Florencio Cruz edita «Árbol», una compilación de obras compuestas y grabadas a lo largo de una de estancias en Ámsterdam, Buenos Aires, La Plata, Goa, Zúrich, Ibiza y Marbella.

De ahí, a abrir para Diana Ross en el MOCA de Los Ángeles, telonear a Seal, a Maroon 5 en Las Vegas, encaramarse al Tower Bridge de Londres o actuar en la SuperBowl de New Orleans. Innovando constantemente y redefiniendo los límites entre los géneros musicales, la música de Cruz fue evolucionando a medida que buscaba el equilibrio perfecto entre pasado y futuro, concreto y abstracto, electrónico y acústico.

En eso en su reloj sonó la hora de la liberación del alma. Tras múltiples giros que le llevaron del ambient a la electrónica para retornar al rock en un ejercicio de introspección, el viaje de Líberti se inició una mañana en Buenos Aires y, con el impulso que solo te genera algo hermoso que contar, empezó a escribir en nuevas canciones llenas de una esperanza totalmente alejada de la manida pose de las bandas rendidas a la moda vacía de turno.

Ahora, de la mano del productor Kim Fanlo, nominado a un premio Grammy, Líberti presenta una de sus pequeñas joyas sonoras: el tema Niño, un canto a la infancia víctima de la miseria, que huye de la guerra y que se enfrenta al drama de la inmigración.

Lejos de manidos tópicos, Niño nos coge de la mano y nos lleva por el camino del humanismo con el objeto de no perder de vista nuestro camino y que podamos volver siempre a nuestro corazón. “No hay evolución si no hay compasión, ni hermandad sin igualdad”, canta Líberti y la letra, igual que la música, suena tan honesta como necesaria.

El videoclip que pone imágenes a esta reflexión musicada ha sido posible gracias a la ayuda de la galardonada documentalista Elena Molina. Ha sido rodado en Melilla, encaramados a la triste valla, para que el mensaje se oiga en ambos lados de una frontera que no debería de existir.

Con la ayuda de la Asociación Nana, entregada a la ayuda a los niños emigrantes de un centro de menores a los que ofrecen apoyo emocional acercándoles al arte, Líberti ha conseguido realizar la máxima que nos recuerda a todos que el arte sólo es arte si es capaz de sanar.

Y tal vez, por ello, la canción de Lìberti, sus palabras combinadas con una energía musical desbordante, sean la llave que nos conduzca a ese rincón de nuestro corazón en el que reside nuestra autenticidad, invitándonos a romper las cadenas y liberarnos para poder dar siempre lo mejor de nosotros mismos.

Líberti ha roto por fin los muros de la conformidad y ha apostado por aquel vasto imperio de los hallazgos felices en el que la verdad siempre es horizonte. Líberti es, al fin, libre.

JOHNNY ZURI

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