¿Se nos acabará la música? La pregunta que desafía al infinito creativo
La música, esa fiel compañera que ha estado con nosotros desde tiempos inmemoriales, podría tener fecha de caducidad. Sí, leíste bien. Mientras suenan miles de nuevas canciones cada día, surge una duda existencial: ¿llegará el momento en que no quede nada por inventar? ¿Un futuro donde toda melodía posible ya haya sido creada, repetida y agotada? La matemática, la tecnología y la creatividad parecen estar en una carrera para decidir el destino de las canciones.
Las notas y su aparente finitud
Desde el punto de vista matemático, el terreno de la música tiene límites. Existen solo 12 notas en la escala cromática. No importa cuántos géneros surjan ni cuán variados sean los instrumentos; esas mismas 12 notas son el material base con el que los músicos deben jugar. Sin embargo, al igual que el número de palabras en un idioma no limita la capacidad de contar historias, la combinación de estas notas, junto con el ritmo, la duración y los timbres, da lugar a un universo de posibilidades casi infinito.
Eran Egozy, profesor en el MIT, nos ofrece un dato que pone esta cuestión en perspectiva: considerando una composición como la primera Suite para violonchelo de Johann Sebastian Bach, que contiene 640 notas distribuidas a lo largo de la obra, las posibles variaciones que podemos generar son del orden de 36⁶⁴⁰. Este número es absurdamente gigantesco, mucho más grande que el número de átomos en el universo observable.
Es decir, aunque teóricamente pueda existir un fin en las combinaciones posibles, es tan lejano que nos resulta imposible visualizarlo desde nuestro presente. Y aún así, la pregunta persiste: si la cantidad de posibles combinaciones es inmensa, ¿por qué muchas canciones nos suenan tan similares?.
La homogeneidad del mainstream
Un fenómeno intrigante en la música actual es cómo, pese a esa riqueza de combinaciones posibles, muchos temas parecen repetidos. Los ejemplos son claros: “Sinfonía agridulce” de The Verve y “El tiempo último” de los Rolling Stones comparten un aire melódico inconfundible. O pensemos en “Creep” de Radiohead y “El aire que respiro” de The Hollies. Las similitudes no son una coincidencia.
En el mundo del pop y la música mainstream, el éxito comercial está ligado a la familiaridad. Los artistas tienden a reproducir patrones sonoros que sabemos que funcionan. Es como si las fórmulas ganadoras fueran un recurso seguro, mientras que los riesgos creativos son dejados de lado. No es que no haya más música por crear, sino que la audiencia demanda ciertos sonidos, y los artistas buscan ese equilibrio entre originalidad y éxito masivo.
Y, sin embargo, aunque estas limitaciones parecen reales, la creatividad humana ha encontrado siempre nuevas formas de reinventar las viejas melodías.
La creatividad como salvavidas
La música no es una fórmula matemática. Es cierto que la cantidad de combinaciones de notas, tiempos y acordes puede ser finita. Pero, ¿quién dijo que la música es solo una cuestión de números? Aquí es donde entra la creatividad, esa chispa inexplicable que transforma lo simple en sublime. Tomemos a Chris Cornell, vocalista de Audioslave y Soundgarden, cuya voz y estilo han inspirado a generaciones. A pesar de haber usado las mismas notas que muchos otros antes que él, Cornell consiguió crear un sonido único, lleno de emoción y profundidad.
La creatividad humana es lo que marca la diferencia. Si un artista toma una secuencia de acordes conocida, puede transformarla con su interpretación, añadiendo algo tan subjetivo como el alma. La evolución constante de la música no solo depende de la matemática detrás de las composiciones, sino de cómo cada generación reinterpretará el mundo que les rodea a través de la música.
El papel de la tecnología en el futuro de la música
La tecnología también juega un rol clave en este debate. Los sintetizadores, las herramientas de producción digital, los nuevos géneros nacidos en las redes: cada avance tecnológico ha abierto la puerta a nuevas formas de crear y experimentar con la música. Si en los años 50 alguien mencionaba el heavy metal, lo más probable es que lo miraran con incredulidad. Y, sin embargo, décadas después, este género se convirtió en una fuerza dominante en la escena musical. ¿Quién puede asegurar que no surgirán instrumentos o sonidos futuristas que transformen por completo la música dentro de unos 50 o 100 años?
El futuro de la música no está limitado por lo que entendemos hoy. Tal vez en 2100 el concepto de «melodía» se transforme por completo, dando lugar a nuevos géneros que hoy no podemos ni imaginar. O tal vez escuchemos rock interpretado por animales, como una loca fusión entre la naturaleza y la tecnología. Las posibilidades son infinitas.
El enigma final: ¿hay un límite para la música?
Al final, la pregunta persiste: ¿se nos acabará la música? Matemáticamente, podríamos decir que sí, pero en la práctica, la música es un fenómeno tan ligado a nuestra condición humana que parece inagotable. La creatividad, el contexto cultural y la evolución tecnológica seguirán renovando el arte de crear melodías.
El verdadero límite está en nosotros mismos: en nuestras ideas preconcebidas, en los moldes que aceptamos y en los riesgos que estamos dispuestos a tomar. Mientras exista un corazón latiendo al ritmo de una canción, la música seguirá fluyendo. Porque, al fin y al cabo, no se trata solo de las notas, sino de lo que hacemos con ellas.
Y tú, ¿cómo imaginas la música del futuro? ¿Qué sonidos crees que resonarán en los oídos de las próximas generaciones?