¿Qué oculta el SCARLET DOOM tras su máscara retrofuturista?

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¿Qué oculta el SCARLET DOOM tras su máscara retrofuturista? SCARLET DOOM no es un género, es una advertencia sonora

Hay algo en el SCARLET DOOM que arde como un fuego lento bajo la piel. Algo que no solo se escucha, sino que se intuye, como si los acordes arrastraran consigo fragmentos de un mundo perdido, una carretera interminable de asfalto agrietado, bajo cielos lilas y señales oxidadas. La primera vez que escuché a MESSA entendí que no estaba frente a una banda cualquiera: estaba presenciando una forma distinta de vivir la oscuridad. Y no me refiero al dramatismo barato o la estética de tienda gótica, sino a una auténtica liturgia sonora.

SCARLET DOOM es más que un estilo, es un mapa. Uno que dibuja con trazos de doom metal progresivo, pero que cruza sus líneas con el goth rock, la dark wave, el jazz espectral, sintetizadores oxidados y guitarras que suenan como cuchillas cortando el silencio. En ese mapa, MESSA marca el camino con su nuevo álbum, The Spin, una obra que más que escucharse, se habita. Sí, como si te adentraras en una película post-apocalíptica con banda sonora de Siouxsie and the Banshees, arreglos inspirados en Journey y paisajes dibujados por un uroboros en llamas.

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Origen: NEW DISC REVIEW + INTERVIEW 【MESSA : THE SPIN】 – Marunouchi Muzik Magazine

“La oscuridad aquí no es un abismo, es un caleidoscopio”


Recuerdo cuando descubrí “The Spin”. Fue como abrir una puerta olvidada en algún rincón de mi cabeza. Lo que encontré al otro lado no era solo música. Era estética ochentera mezclada con un nihilismo elegante, como si el retrofuturismo musical hubiera aprendido a bailar con la desesperanza. Cada nota parecía un susurro del fin del mundo. Cada silencio, una declaración política. Porque sí, esto también es resistencia. Contra la homogeneización. Contra la música rápida y vacía. Contra la idea de que todo debe sonar igual.

MESSA no hacen concesiones. Se encerraron en una villa de quinientos años cerca de Bassano Del Grappa durante seis semanas, y lo que salió de ahí no fue un álbum, fue una invocación. Una suerte de ritual que mezcla tecnología retro, arte esotérico y una visión casi chamánica del metal. ¿El resultado? Un disco que se siente antiguo y nuevo al mismo tiempo, como una cinta VHS que predice el futuro.


“La distopía no es un escenario, es el presente maquillado de neón”


MESSA no vinieron del doom. Esa es la parte que más me fascina. Sara viene del punk. Alberto del blues. Marco del hard rock. Rocco del black metal. Es como si cada uno hubiese traído una piedra distinta para construir esta catedral gótica. El doom es solo el esqueleto; lo que lo recubre es una mezcla insólita que no se puede replicar con fórmulas. El Scarlet Doom es la alquimia de esos ingredientes, cocidos a fuego lento, hasta que algo nuevo —y peligroso— emerge.

Pero lo que eleva de verdad a “The Spin” no es solo su sonido. Es su coherencia simbólica. La portada, con un ouroboros que une motocicletas, caminos infinitos y naturaleza salvaje, no es una imagen decorativa: es un resumen visual de todo lo que el álbum propone. Una visión del tiempo como ciclo eterno. La idea de que resistir no es avanzar a toda costa, sino saber cuándo volver sobre los propios pasos, tragarse el pasado para sobrevivir al presente.


“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


¿Es posible que una banda de doom metal esté haciendo más crítica social que cien panfletos políticos? Escuchando a MESSA, la pregunta ni siquiera parece provocadora. Lo hacen sin gritarlo, sin convertir cada canción en una arenga. Pero hay algo profundamente subversivo en recuperar la estética de los 80 no para celebrar su brillo, sino para mostrar sus grietas. El uso de sintetizadores oscuros, la presencia de lo gótico y lo ritual, evocan un futuro que nunca llegó, una utopía traicionada que ahora sirve como advertencia.

MESSA no están solos en esto. Hay bandas como Awake, que visten sus riffs con armaduras sacadas de Mad Max, o los italianos de Canaan, que desde los 90 vienen explorando ese terreno cenagoso entre ambient, darkwave y metal. Todos forman parte de una nueva narrativa. Un nuevo canon post-apocalíptico, donde los géneros se mezclan como escombros tras una tormenta, y de ese caos emerge algo nuevo.


El Scarlet Doom como arqueología emocional


Quizá la mejor forma de entender el Scarlet Doom sea pensarlo como una forma de arqueología emocional. No busca rescatar un pasado glorioso, ni inventar un futuro optimista. Busca excavar en las ruinas, entender las capas de polvo, de decepción, de deseo, de furia contenida. Y con eso, construir algo que no se parezca a nada. El disco “The Spin” no es solo una obra maestra por su composición o producción. Es por su capacidad de resignificar. De tomar elementos que ya creíamos obsoletos —una caja de ritmos, una atmósfera de teclado, una figura mitológica— y devolverles el alma.

Las letras de MESSA no son explícitas, pero tampoco se ocultan. Hablan en códigos, en imágenes. Una carretera que se pierde. Un cuerpo que arde. Una voz que no se resigna al silencio. En ese sentido, son más cercanos a la poesía maldita que al metal clásico. Y ese es su mérito: abrir puertas donde otros levantan muros.


“Quien quiere vivir sin dolor, no ha entendido nada del amor.” (Dicho antiguo)


Entonces, ¿es el Scarlet Doom un género? Tal vez no. O no todavía. Quizá sea más bien una intención sonora, una forma de aproximarse a la música como experiencia total. Una forma de escapar del cinismo contemporáneo sin caer en la nostalgia hueca. MESSA no están interesados en gustar a todos. Están interesados en conmover. En perturbar. En invocar algo que no sabíamos que necesitábamos. Y eso, en un panorama saturado de fórmulas y algoritmos, ya es un acto de libertad.

Porque si el mundo está condenado a repetirse —como sugiere el ouroboros—, al menos que lo haga con una banda sonora que nos despierte. Que nos recuerde que todavía se puede crear belleza desde el abismo. Que el doom metal progresivo aún tiene muchas formas de sangrar. Y que, al final, todo lo verdaderamente poderoso nace de una grieta, no de una estructura perfecta.

Así que no, Scarlet Doom no es solo un nombre bonito. Es un faro rojo en mitad de una tormenta eléctrica. Y MESSA, los alquimistas que lo mantienen encendido.


¿Y tú? ¿Estás preparado para habitar ese universo sonoro o prefieres seguir escuchando el eco de un mundo que ya no existe?

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JOHNNY ZURI

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