Laufey el futuro del jazz ya está aquí ¿Puede el jazz vintage conquistar a la generación digital?
Estamos en agosto de 2025 y la palabra Laufey retumba como un conjuro en los rincones más inesperados de la industria musical. Una artista de 26 años, mitad islandesa y mitad china, ha logrado lo que parecía imposible: que la Generación Z vuelva sus ojos –y sus oídos– hacia el jazz. Sí, ese mismo jazz que para muchos había quedado relegado a clubes llenos de humo y vinilos olvidados en estanterías polvorientas. Pero lo que ocurre ahora no es simple nostalgia. Es una especie de futuro retro que suena tanto a Ella Fitzgerald como a TikTok, a vinilo rayado como a algoritmo de Spotify. Y lo más sorprendente es que funciona.
“El jazz nunca muere, solo cambia de piel”.
Origen: Laufey shares the Cinderella stories behind her new album
Su tercer álbum, A Matter of Time, no es solo un conjunto de canciones: es un manifiesto en clave de swing digital. Quien lo escucha se enfrenta a un experimento sonoro donde lo clásico y lo futurista conviven sin fricciones. Para los veteranos del jazz, puede sonar como un regreso a casa. Para los adolescentes, es la primera vez que un contrabajo suena tan fresco como un beat de trap. Yo lo escucho y pienso: aquí hay algo que trasciende la moda pasajera. Aquí se cocina una máquina del tiempo musical.
el laboratorio retro futurista en el valle del hudson
La primera parada de este viaje es el Long Pond Studio, escondido en una vieja granja del siglo XVIII en el Valle del Hudson. Si alguien quisiera rodar una película retro-futurista sobre música, este sería el escenario perfecto. Allí, Aaron Dessner, productor de A Matter of Time, ha montado un ecosistema donde conviven consolas analógicas Neve de los setenta con sintetizadores OP-1 de Teenage Engineering, pasando por cajas misteriosas que parecen reliquias de un museo de electrónica.
Dessner tiene una obsesión: que el sonido conserve esa calidez humana que la era digital borró. Por eso en sus sesiones todo pasa primero por tubos, transistores y ecualizadores vintage, y luego se digitaliza con precisión quirúrgica. El resultado es un híbrido que ni los puristas del vinilo ni los adictos al streaming pueden despreciar. “Lo analógico es el alma, lo digital es el cuerpo”, me confiesa en una entrevista recogida por Sound on Sound.
aaron dessner el arquitecto del sonido imposible
Dessner ya era conocido por su trabajo con The National y Taylor Swift, pero con Laufey ha entrado en un territorio inexplorado. Se diría que ha aplicado sus técnicas de reverse engineering sonoro para convertir el jazz en un fenómeno de TikTok. Su Mellotron y sus Prophet crean atmósferas que parecen venir de otra dimensión, mientras que los drones atmosféricos que diseñó para este álbum funcionan como colchones emocionales que sostienen la voz cristalina de Laufey.
Es como si alguien hubiera abierto una ventana en 1959 y dejara entrar aire de 2025.
la resurrección de electric lady studios
Parte del álbum se grabó en Electric Lady Studios, fundado por Jimi Hendrix. Allí todavía late la consola Neve 8078, restaurada con 2.500 horas de trabajo artesanal, que en su día procesó las voces de David Bowie y Stevie Wonder. Ahora esa misma consola acaricia los arreglos orquestales de Laufey. ¿Quién hubiera imaginado que un espacio cargado de historia se convertiría en el trampolín de un renacimiento jazzístico para adolescentes que descubren a Chet Baker en playlists de Spotify?
la generación z programa su propia nostalgia
Los datos lo confirman: la Generación Z está consumiendo jazz como si fueran cócteles de moda. Según Axios, los jóvenes están dejando atrás los beats electrónicos para abrazar el jazz vintage. Lo que hace Laufey es usar su propio lenguaje generacional –esa mezcla de ironía, dulzura y confidencia digital– para vestir un género que podría sonar anticuado. Cuando canta, no parece que esté interpretando estándares de hace setenta años; parece que los ha escrito anoche en su móvil.
el modelo de negocio del mañana
Detrás de esta maquinaria hay otro engranaje clave: AWAL (Artists Without A Label), la distribuidora que permite a Laufey ser dueña de su música y al mismo tiempo competir en igualdad con las majors. Bajo su propio sello Vingolf Recordings, la artista consigue un equilibrio perfecto entre independencia y alcance global. El éxito de Promise, certificado Gold por la RIAA, es la prueba de que ya no hace falta firmar contratos leoninos para llenar estadios.
el streaming como nueva radio del jazz
Spotify, Apple Music y sus algoritmos se han convertido en la nueva radio de esta generación. Gracias a herramientas como Spotify DJ, los oyentes saltan de Laufey a Bill Evans sin darse cuenta. De repente, los abuelos y los nietos comparten playlists. La IA ha creado un puente entre épocas que antes estaban separadas por océanos de indiferencia. Y ese puente tiene un nombre: jazz digital.
el estudio como instrumento
Lo fascinante de A Matter of Time es que el estudio no se usó solo como espacio de grabación, sino como instrumento en sí mismo. Con cadenas de señal que van de micrófonos Neumann a sumadores analógicos Dangerous Music, Dessner y Laufey moldearon el sonido como si estuvieran esculpiendo mármol. Lo vivo y lo artificial se mezclan hasta que resulta imposible distinguirlos.
inteligencia artificial y creatividad humana
En un mundo donde plataformas como Suno o MusicLM generan música a partir de simples frases, Laufey demuestra que la máquina no sustituye al humano. Ella usa la IA como herramienta, no como reemplazo. Juega con texturas sugeridas por algoritmos, pero la última palabra siempre es suya. Lo humano manda, la máquina obedece.
el vinilo como fetiche moderno
Mientras tanto, el vinilo vive su edad dorada. Aplicaciones como MD Vinyl convierten móviles en tocadiscos virtuales, pero la gente sigue comprando ediciones físicas de Bewitched y A Matter of Time. No es solo coleccionismo: es un ritual. Colocar la aguja, escuchar el chasquido previo al primer acorde… Esa liturgia sonora se ha convertido en un antídoto contra la fugacidad del streaming.
marcas que se cuelan en la partitura
¿Quién habría imaginado que una heladería como Yogurtland lanzaría un sabor llamado A Berry Laufey Day? Esta colaboración extraña, casi absurda, es en realidad una jugada maestra: el jazz convertido en topping. Y, sin embargo, funciona. Porque Laufey no se toma demasiado en serio a sí misma, y ese humor ligero conecta con su audiencia tanto como sus solos de piano.
lo que viene en 2026
Todo apunta a que el próximo gran salto será la espacialización sonora con Dolby Atmos y la realidad aumentada auditiva. Imagina estar en tu habitación y sentir que la trompeta de un solo te rodea como si estuvieras dentro del club Blue Note en 1960. La llegada del 5G permitirá que Laufey grabe en tiempo real con orquestas al otro lado del mundo. El futuro ya no es una promesa; es un proceso en curso.
la máquina del tiempo musical
Lo que Laufey ha conseguido con A Matter of Time no es solo éxito comercial. Es haber convertido la nostalgia en un arma de futuro. Su música suena a vinilo, pero también a algoritmo. A Billie Holiday, pero también a TikTok. Es un puente intergeneracional que se sostiene con una arquitectura híbrida de consolas vintage, inteligencia artificial y una voz que parece flotar fuera del tiempo.
“El futuro del jazz es retro y digital a la vez”.
Y me quedo con una pregunta que todavía no tiene respuesta: ¿será este renacimiento jazzístico un episodio fugaz o estamos presenciando la construcción de un canon nuevo que dentro de cincuenta años se estudiará en los conservatorios como hoy se estudia a Miles Davis?
¿El futuro del jazz es una moda pasajera o la verdadera máquina del tiempo musical que llevábamos décadas esperando?
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