¿Y si LA ÚLTIMA CENA no fuera una despedida sino un comienzo? EFECTO MARIPOSA y Juancho Sidecars reescriben el pop con LA ÚLTIMA CENA
“LA ÚLTIMA CENA” suena y algo en el aire cambia. Un pellizco. Un fogonazo de imágenes. Una cena a media luz con platos fríos, miradas que esquivan, y palabras que pesan más que el silencio. Y sin embargo, hay música. Hay belleza. Hay memoria. Porque Efecto Mariposa ha vuelto con una canción que no solo forma parte de su historia, sino también de la mía, de la tuya, de la de tantos que alguna vez brindaron sabiendo que algo se rompía sin hacer ruido.
El nuevo single, LA ÚLTIMA CENA, forma parte de un álbum que ya desde el título “219.000 HORAS DE VUELO” sugiere altura, tiempo y distancia. Porque eso es lo que llevan estos malagueños: un cuarto de siglo surcando los cielos del pop español, con turbulencias, sí, pero también con un montón de millas emocionales acumuladas. Y qué forma más poderosa de celebrar 25 años que hacerlo acompañados de quienes han estado ahí, compartiendo escenario, estudios y vivencias. Uno de ellos, Juancho Sidecars, es quien le pone voz y alma a esta nueva versión. Y lo hace con una elegancia casi cinematográfica.
“La voz de Juancho ha llevado la canción al lugar que deseábamos e imaginábamos”, dicen. Y no mienten.
La canción que nació para ser redescubierta
Curiosamente, LA ÚLTIMA CENA no es nueva. Nació en 2014, dentro del álbum COMIENZO. Pero como sucede con las buenas historias, algunas necesitan tiempo para ser comprendidas, vueltas a mirar, y encontradas en otro contexto. Esta nueva versión no cambia la letra, no cambia la esencia, pero sí cambia la piel. Porque una canción, cuando se revisita con respeto y con la complicidad de alguien como Juancho, adquiere otra textura. Más rugosa, más madura, más vivida.
Hay algo fotográfico en la letra, una especie de instantánea emocional que retrata ese momento en que todo sigue igual… pero ya no. La mesa puesta, el vino servido, las palabras escogidas con cuidado quirúrgico. Una especie de partida de ajedrez emocional donde la única estrategia es no herir más de lo necesario. O no herir aún más.
“Cantamos al desgaste con la voz de quienes lo han vivido sin cinismo”. Porque eso es lo que siempre ha hecho Efecto Mariposa: transformar la fragilidad en músculo, la tristeza en estribillo, el recuerdo en melodía.
Y así, mientras suena LA ÚLTIMA CENA, uno no sabe si bailar o romper a llorar.
219.000 horas que se sienten como una sola
El disco que irán desvelando durante este año no es un recopilatorio al uso, sino una celebración compartida. En 219.000 HORAS DE VUELO, el grupo ha convocado a colegas, amigos y cómplices musicales para reinterpretar esas canciones que ya forman parte del imaginario sentimental de un país entero.
Hablar de Efecto Mariposa es hablar de «Por quererte», canción que en 2009 se llevó el premio a la mejor del año, y que aún hoy sigue resistiendo el paso del tiempo como un clásico moderno. Es hablar también de ese milagro que fue «No me crees», cuyo récord de permanencia en emisoras fue casi una anomalía estadística. Pero sobre todo, es hablar de una trayectoria hecha con constancia, con cariño por el detalle, con una rara mezcla de humildad y perfección sonora. Más de ochocientos conciertos, una decena de discos, y colaboraciones con artistas tan icónicos como Dani Martín o los chicos de Pereza.
“El pop es una cuestión de memoria, y Efecto Mariposa es uno de sus grandes archivos vivos.”
No es casualidad que hayan decidido acompañarse de Juancho. Hay algo en la voz de Sidecars que encaja como una última pieza en este puzle emocional. Tiene esa melancolía callejera, esa manera de cantar como si estuviera fumándose un cigarro mientras mira el mar. No embellece el dolor, pero tampoco lo esconde. Y esa es, quizás, la mejor definición de este nuevo trabajo.
«El amor es eso que suena mientras todo lo demás se calla»
La gira de aniversario arranca con una serie de conciertos que prometen ser una auténtica liturgia pop. Empezando el 25 de abril en Guadarrama, pasando por Madrid, Málaga, Albacete, Cádiz, y cerrando el verano con una travesía sonora por el río Guadalquivir a bordo del Buque La Pepa. ¿Hay algo más poético que navegar mientras suena Efecto Mariposa al atardecer? Yo diría que no.
Este año, como ya han adelantado, será una suerte de striptease emocional: irán desnudando las canciones una a una, sin prisa, dejando que cada tema respire por sí solo, que encuentre su nuevo público, su nueva interpretación, su nueva herida.
Puedes escuchar LA ÚLTIMA CENA ya, si no lo has hecho. Pero te advierto: no volverás a verla como una simple canción. Es más bien un espejo. Una despedida. Un “te quiero” que ya no se dice en voz alta. Un eco de lo que fuimos. Y quizás también, un indicio de lo que podríamos volver a ser.
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“El futuro del pop tiene memoria y voz de experiencia”
“No hay canción triste que no haya sido una promesa primero”
“Cantar es recordar sin miedo, amar sin fecha de caducidad”
“219.000 horas de vuelo no pesan si llevas buena compañía”
“La última cena no fue el final, fue el brindis por lo que vendrá”
“El tiempo lo borra todo, salvo aquello que se canta”
(Refrán popular)
“Las canciones no envejecen, se afilan”
(Aforismo del músico invisible)
No sé tú, pero yo ya tengo claro que este 2025 va a sonar a pop con cicatrices, a melodías que se te quedan pegadas al alma, y a versos que te acompañan aunque no quieras. Efecto Mariposa no ha vuelto. Nunca se fue. Solo estaban cogiendo impulso.
¿Y tú? ¿Con quién compartirías tu última cena?