¿Pueden los sueños sonar como sintetizadores? Back To Me y el atardecer que redefinió a THE MARÍAS
Cuando THE MARÍAS aparecieron en el escenario del Coachella, el tiempo se detuvo un segundo. Como si alguien hubiera bajado el fader del mundo exterior y subido el de un universo paralelo, más suave, más estilizado, más onírico. Era viernes, pero también podía haber sido martes. Era 2025, pero también era 1977. O 2001. Porque si algo logran estos músicos, siempre vestidos como si hubieran salido de una película de Wong Kar-wai rodada en la costa de California, es que uno olvide dónde está. Y mejor aún, cuándo está.
Yo estaba allí, entre el polvo del desierto y los murmullos de quienes buscaban algo más que beats explosivos o cantantes virales. Estaba allí para ver cómo THE MARÍAS convertían una simple puesta de sol en un manifiesto sonoro. Su actuación, parte de la gira Submarine Tour, no solo fue un concierto: fue una especie de trance colectivo, una bruma emocional en la que todos flotábamos juntos. «Una vibe incomparable», dijeron en Reddit. Y por una vez, Internet no exageró.
Cuando el retrofuturismo se convierte en perfume sonoro
«No era un show, era una postal viviente con banda sonora de ensueño.»
A las 8:20 de la noche, justo cuando el cielo de Indio se tiñe con esos colores que solo existen en filtros vintage o en los sueños de una cámara Super 8, comenzó a sonar Intro / Hamptons. El teclado se deslizaba como una ola lenta, y la voz de María —siempre entre el susurro y la confesión— nos invitaba a entrar. Pero también: bam, una sorpresa. Entre fraseos etéreos, se colaba un guiño inesperado: fragmentos de “SpottieOttieDopaliscious” de OutKast, como si el hip-hop noventero y el dream-pop se dieran la mano en una dimensión alterna. Irónico, pero también lógico: en el universo de THE MARÍAS, las etiquetas se disuelven como acuarelas en agua tibia.
Y entonces llegó el momento esperado: Back To Me. No voy a mentir: sentí un escalofrío. No porque hiciera frío (hacía un calor que derretía pestañas), sino porque ese tema tiene algo magnético. Producido por Josh Conway y con la firma elegante de Benny Blanco, esta canción suena a despedida, pero también a reencuentro. A un mensaje de voz que no te atreves a borrar. Los sintetizadores parecían suspenderse en el aire como globos de helio, mientras la letra nos arrancaba el corazón con guantes de seda. Fue el núcleo emocional del concierto, sin duda. Pero también fue una promesa: los sueños aún pueden tener banda sonora.
Y eso no fue todo. Porque si hay algo que THE MARÍAS hacen con maestría es jugar con las referencias. Como si fueran DJs de emociones, mezclaron temas propios con una versión deliciosamente delicada de “Lovefool” de The Cardigans, y un tema de Bad Bunny que, en sus manos, se transformó en un bolero intergaláctico. Lo latino, lo alternativo, lo íntimo y lo bailable convivían sin pelearse. No fue un mashup, fue alquimia.
Un final que fue un comienzo
«Cerrar con Hush es como decir adiós con un beso que no quiere irse.»
Ya lo sabíamos: el cierre sería Hush. Y sin embargo, cuando llegó, fue como si todos hubiéramos olvidado que aún quedaba algo por decir. Porque esa canción, con su beat cadencioso y su aire de espía en cámara lenta, no solo cerró el setlist. Nos dio un empujón elegante de vuelta al mundo real, como un mayordomo que abre la puerta sin prisa, sabiendo que la magia ya ha hecho su trabajo.
Lo curioso es que este tema, que en otro artista sería una canción pop más, en sus manos se convierte en una cápsula de tiempo. Tiene algo de sophisti-pop, algo de psicodelia disfrazada de minimalismo, algo de Bowie en los días de Berlín, pero también algo profundamente californiano. Y es que THE MARÍAS no suenan a Los Ángeles… suenan a la idea que todos tenemos de Los Ángeles cuando cerramos los ojos.
El submarino que emergió en el desierto
«El futuro no siempre hace ruido. A veces flota en falsetes y teclados.»
Back To Me no es un simple sencillo más en su discografía. Es el aviso de que algo nuevo está germinando bajo la superficie. Su álbum Submarine, estrenado en 2024, no solo logró colarse en el puesto 17 del Billboard Top 200: fue, para muchos, el diario íntimo de una banda que aprendió a crecer sin perder el misterio. Con temas como No One Noticed, que llegó al #22 del Hot 100, demuestran que lo suyo no es suerte pasajera. Es estrategia silenciosa. De esas que solo entienden los que prefieren seducir en lugar de gritar.
Esta actuación en Coachella fue más que una parada obligada de su gira: fue una consagración sutil. No necesitaban efectos pirotécnicos ni coreografías milimétricas. Solo necesitaban un atardecer, un teclado, y esa mezcla extraña de melancolía y deseo que solo ellos saben destilar. Como si Lana Del Rey hubiera crecido escuchando a Air y leyendo a Julio Cortázar.
Y mientras otras bandas luchan por parecer modernas, THE MARÍAS parecen haber entendido algo esencial: la vanguardia no está en mirar hacia adelante, sino en saber mirar hacia atrás sin miedo ni nostalgia. En rescatar lo que funcionaba y vestirlo con seda nueva. En convertir el pasado en un espejo retrovisor… que, por algún truco extraño, nos muestra lo que viene.
“Las canciones que no entiendes al principio, son las que más se quedan.” (Decía mi abuela, sin saber que estaba hablando de dream-pop)
“Hay voces que no cantan: hipnotizan.” (De algún libro que leí y nunca recordé)
Coachella como escenario de un nuevo humanismo musical
Desde hace un tiempo, el festival dejó de ser solo una pasarela de influencers con sombrero y botas. Se ha convertido —para bien o para mal— en una especie de Olimpo donde los artistas prueban su capacidad de crear momentos memorables. Y THE MARÍAS lo hicieron sin levantar la voz. Porque lo suyo no es predicar: es sugerir. No es liderar masas: es conectar con los que aún buscan belleza entre tanto algoritmo.
Entre neones y sintetizadores, hay algo profundamente humano en lo que hacen. Una búsqueda de naturalidad y elegancia en un mundo saturado de filtros y fórmulas. Y quizás por eso conectan con una audiencia que ya no quiere que le griten desde el escenario, sino que le hablen al oído.
¿Y ahora qué? ¿Volveremos a ver algo así?
No lo sé. Tal vez fue cosa del momento. Tal vez esa noche, ese cielo, ese público, esa mezcla perfecta de canciones, se alinearon como planetas raros. Pero también es posible que haya más por venir. Más himnos silenciosos, más conciertos que se sienten como cartas de amor.
¿Quién hubiera pensado que un submarino podía volar?
THE MARÍAS lo hicieron posible.